El reciclaje de residuos domésticos requiere una clasificación a gran escala y esa es la razón por la cual la mayoría de los países desarrollados tienen contenedores codificados por colores: para mantener el residuo tan puro como sea posible. Esta clasificación es aún más crucial actualmente porque se demanda material de mayor calidad para reciclar.
Reciclar aluminio, por ejemplo, es sencillo, rentable y ecológico: fabricar una lata de aluminio reciclado reduce su huella de carbono hasta en un 95%. Pero con el plástico, no es tan simple. Si bien casi todos los plásticos pueden reciclarse, en la práctica muchos no se reciclan porque el proceso es costoso, complicado y el producto resultante es de menor calidad. Tampoco está clara la reducción de emisiones de carbono con respecto al plástico virgen, que hasta puede llegar a ser más barato que el reciclado.
Cambiar el plástico por vidrio o metal no es la mejor solución porque tienen una huella de carbono mucho mayor. La gran esperanza podría ser el reciclaje químico, es decir, convertir los plásticos más problemáticos (bolsas, film transparente, plásticos negros) en líquido o gas, a través de procesos industriales que descomponen el polímero en monómeros. Tal y como se ve en la imagen, el resultado líquido puede ser una cera de petróleo con más contenido en carbono, fueloil sin apenas azufre o materia prima reciclada para producir nuevos plásticos.
Fuente: https://www.theguardian.com/environment/2019/aug/17/plastic-recycling-myth-what-really-happens-your-rubbish