Un simple exprimidor de naranja puede desafiar la «electrificación» (alimentación por pila, batería o corriente eléctrica) dominante en nuestra sociedad de consumo. Actualmente existen sofisticados exprimidores de naranja, individuales para uso doméstico o múltiples para uso industrial. Sin embargo, antes eran comunes unos mecánicos técnicamente superiores a los eléctricos porque:
[icon name=»arrow-circle-right» class=»» unprefixed_class=»»] Requerían menos esfuerzo al solo tener que bajar una palanca.
[icon name=»arrow-circle-right» class=»» unprefixed_class=»»] Eran más robustos y duraderos.
[icon name=»arrow-circle-right» class=»» unprefixed_class=»»] Generaban un residuo (metal) más fácilmente reciclable que los eléctricos (donde hay que separar el motor del plástico).
[icon name=»arrow-circle-right» class=»» unprefixed_class=»»] No gastaban energía porque no se enchufaban.
Este ejemplo pone de manifiesto cómo todo se «electrifica» en la era tecnológica en la que vivimos: bicis, patinetes, juguetes, ropa, relojes… A lo que antes se le daba cuerda, hoy lleva una pila o lo ponemos a cargar. Esta «electrificación» de las cosas conlleva un problema medioambiental al convertirse en residuos, porque es todo mucho más complejo de reciclar y más peligroso si acaba abandonado en el lugar inadecuado.
No se trata de involucionar, sino de buscar la opción más sencilla y sostenible. En eso precisamente consiste el ecodiseño, que busca conseguir el producto más ecológico en todos los sentidos y en todos los sectores productivos. El botijo fue precursor del ecodiseño, en contraposición a las botellas de bebida hechas con plástico.