La cantidad de residuos de eléctricos y electrónicos (RAEE) generados en el mundo alcanzó un récord en 2014 al llegar a las 41,8 millones de toneladas, según un informe realizado por la Universidad de las Naciones Unidas (UNU). En términos de volumen producido por país figuran en cabeza Estados Unidos y China, que copan el 32% mundial de la basura electrónica. Según el estudio, Noruega es el país que produce más RAEE por habitante, con 28,4 kg, seguido de Suiza (26,3 kg) e Islandia (26,1 kg). La región que menos genera es África con 1,7 kg por habitante. Menos de una sexta parte de estos residuos se reciclaron correctamente.
En España, el Consejo de Estado ha denunciado que los fabricantes se apropian indebidamente de 200 millones de euros al año, que corresponden al 79% del canon que perciben para tratar los RAEE. Esta nimia gestión que realizan contribuye a que dos terceras partes de los residuos electrónicos generados aquí acaben en manos de chatarreros ilegales. De hecho España es el antepenúltimo gran país de Europa en reciclaje, solo por delante de Rumanía y Grecia. En 2012 se recogieron 3,3 kilos de residuos electrónicos por habitante y año, seis veces menos que la cuota que recicló Noruega (20 kilos), según datos de Eurostat. El nuevo Real Decreto de RAEE pretende solucionar estos dos problemas exigiendo la total transparencia de las finanzas de los productores y estableciendo ambiciosos objetivos de reciclaje. Una de las herramientas que se introducirán para conseguirlo será una plataforma informática en la que todos los actores implicados deberán incluir el código de cada residuo, que asegure su trazabilidad.
En 2013, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) llevó a cabo una investigación sobre el itinerario de 16 aparatos desechados. Este seguimiento forma parte del documental de Cosima Dannoritzer, La tragedia electrónica, en el que se muestra dónde van a parar realmente esos residuos. Lo sucedido demostraba cómo la basura electrónica se ha convertido en un grave problema que destruye el medio ambiente y pone en riesgo la vida de miles de personas en África y Asia.