En Australia cuentan con un Plan Nacional de Reciclaje de Televisores y Ordenadores (National Television and Computer Recycling Scheme) desde 2011, con el objetivo de evitar que televisores, ordenadores, impresoras y periféricos informáticos vayan a parar a los vertederos.
En la cúspide de la industria de reciclaje, opaca por definición, se encuentran cuatro organizaciones o SCRAP (sistemas colectivos de responsabilidad ampliada del productor) que sirven de enlace entre los fabricantes de aparatos que financian el sistema y el gobierno. Estas organizaciones son las encargadas de supervisar el trabajo de los recicladores, pero también hacen las veces de recicladores de tal modo que sus obligaciones se solapan y confunden.
Australia no tiene apenas capacidad para procesar estos aparatos por lo que, una vez recogidos por el sistema, los componentes (placas de circuitos, plástico y vidrio) se enviaban hasta hace poco al extranjero.
Los problemas de trazabilidad, transparencia y aplicación de la ley se hicieron patentes cuando en 2017 la Basel Action Network (BAN) intentó averiguar a dónde iban exactamente los RAEE de Australia. Para ello acoplaron receptores GPS en 35 viejos televisores de tubo, monitores planos e impresoras. Y vieron que tres pantallas LCD depositadas en Brisbane llegaban a un almacén en Hong Kong y luego a un vertedero ilegal en una zona rural de Tailandia, donde se abrieron paso hasta el interior.
Actualmente, la prioridad para Australia es crear una verdadera economía circular capaz de convertir los móviles desechados en oro, las placas base de los portátiles en encimeras de cocina y los paneles solares en bloques de construcción.
Fuente: https://www.theguardian.com/environment/2021/aug/22/going-to-e-waste-australias-recycling-failures-and-the-challenge-of-solar