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Cómo combatir la obsolescencia

De un tiempo a esta parte, cada vez utilizamos más la palabra «obsolescencia» para poner de manifiesto lo poco que duran nuestros aparatos eléctricos y electrónicos. La lavadora que antes duraba 20 años, ahora apenas dura 10. Y ese sería un ejemplo de larga duración porque la tecnología más avanzada vale igual o más y dura mucho menos. Los ritmos de producción y consumo se han acelerado de manera artificial para que los fabricantes consigan el mayor beneficio posible. Incluso existen diferentes tipos de obsolescencias:

  • Programada: la creada por el mismo fabricante para forzar una nueva venta. Por ejemplo, la impresora que deja de imprimir al llegar a un determinado número de usos.
  • Percibida: cuando sentimos que el producto ya no es útil porque ha sido superado por nuevos modelos.
  • Funcional: cuando el producto deja de cumplir alguna o todas las tareas para las que fue concebido.

Ante estas evidencias, han aparecido voces contrarias a este consumismo vertiginoso y perjudicial para el medio ambiente, incluida la del Parlamento Europeo y su propuesta sobre las ventajas de una vida útil más larga de los productos.

ActualizacionesEntre las soluciones contra la obsolescencia estarían:
1 – Garantizar un mínimo de vida útil
2 – Informar adecuadamente a los consumidores de esa vida útil y si podrá repararlo
3 – Prolongar la vida útil del producto: dándole múltiples usos, disponiendo de piezas de repuesto, diseño que facilite el desmontaje y reparación, compatibilidad universal.
4 – Extender la funcionalidad del software para que no deje obsoleto al hardware

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