Para las economías desarrolladas, habría dos posibilidades de extensión de la vida útil del producto. La primera perspectiva tendría que ver con el código abierto y se basa en la idea de que si los consumidores tienen mejor información, pueden tomar mejores decisiones de compra. En este sentido se recomiendan las siguientes medidas:
- Legislar contra la obsolescencia programada.
- Introducir unos criterios mínimos de durabilidad en los productos (ecodiseño) y desarrollar estándares de medición, prueba y verificación.
- Introducir una etiqueta de vida del producto estimada por el fabricante.
- Extender la garantía del producto favoreciendo al consumidor.
- Garantizar por ley el derecho a la reparación. Por ejemplo, reduciendo el IVA de esta actividad y disponiendo de manuales de reparación y piezas de repuesto.
- Realizar un seguimiento a largo plazo de los productos que más energía consumen permitiría rastrear el impacto de las diferentes generaciones de producto, y sugerir nuevas maneras de extender su vida útil.
- Educar e informar a los consumidores de la importancia de la durabilidad y reparabilidad frente al consumo irreflexivo.
La segunda perspectiva sería cerrar el círculo y para las empresas supone mantener el control económico sobre sus productos a lo largo de toda su vida útil, incluida la etapa de consumo, a través de modelos comerciales alternativos como el arrendamiento o el pago por uso. Esto incentiva el desarrollo de productos duraderos y reutilizables. En este caso las recomendaciones serían:
- Introducir la responsabilidad individual del productor para categorías de productos específicas.
- Eliminar las barreras legales para el reacondicionamiento y la refabricación, así como las barreras comerciales que prohíben la importación de piezas de productos que se remanufacturarán.
- Promover modelos de negocios alternativos que transformen a los consumidores de «propietarios» a «usuarios».
Fuente: https://wedocs.unep.org/handle/20.500.11822/22394