Los residuos radiactivos

Estos últimos días ha habido varias noticias relacionadas con el Almacén Temporal Centralizado (ATC) de residuos radioactivos que iba a ser instalado en Villar de Cañas (Cuenca). El Ministerio de Industria, encargado de tutelar a la empresa que gestiona estos residuos, ha paralizado el proceso de adjudicación de la obra. La causa es que el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) no ha terminado de analizar el proyecto y conceder sus permisos, que son imprescindibles. Existen dudas, entre otros asuntos, sobre los suelos: cimentar el almacén nuclear suma ya un sobrecoste del 25%. Además del riesgo añadido del transporte desde las ocho centrales nucleares hasta el ATC, ya que los residuos atravesarían más de 200 municipios, incluyendo Madrid.

La justificación para acometer una instalación de este tipo es que España debe almacenar sus propios residuos nucleares, mientras que ahora los tiene repartidos por Francia y Reino Unido. En 2017, los restos del desmantelamiento de la central de Vandellós, que están en Normandía, deben volver a España. Mientras tanto, los residuos de alta actividad están almacenados de forma segura en las propias centrales nucleares españolas, bien en piscinas diseñadas para almacenar temporalmente el combustible utilizado o en almacenes en seco.

Residuos radiactivos

La industria nuclear sigue sin encontrar una solución satisfactoria para la gestión de sus residuos, que se mantienen radiactivos durante cientos de miles de años durante los cuales hay que almacenarlos y gestionarlos adecuadamente. Las soluciones actuales son el enterramiento, el almacenamiento geológico profundo y el almacenamiento en superficie (en seco o en piscinas). Todos ellos pueden ser considerados como soluciones temporales, pues incluso el almacenamiento geológico profundo no ha conseguido demostrar que será capaz de albergar los residuos sin fugas radiactivas durante los miles de años que será necesario. El menos peligroso, según Greenpeace, es la construcción de almacenes temporales individualizados (ATI) en seco (sin necesidad de usar un refrigerante líquido) y construidos junto al lugar en el que los residuos nucleares se generan: las centrales nucleares.

Como consecuencia de los residuos radiactivos que produce, la energía nuclear no puede considerarse limpia, a pesar de emitir menos CO2 que otras energías, y tampoco es renovable, puesto que el uranio es su combustible limitado. Sin embargo, desde hace unos años está creciendo enormemente el interés en una forma de energía nuclear de fisión que emplea como combustible no el uranio, sino el torio. El reactor utilizado en ese caso es más seguro y consume el 99 del torio, generando más energía por tonelada de combustible y produciendo muchos menos residuos, entre una centésima y una milésima parte que los tradicionales, que además sólo deben ser guardados un par de siglos. El torio es mucho más abundante que el uranio y además puede explotarse en minas a cielo abierto.

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