La adecuada gestión de los residuos es uno de los grandes retos medioambientales, que conlleva indudables beneficios: disminución de emisiones de gases de efecto invernadero, ahorro energético, conservación de recursos, generación de nuevos puestos de trabajo, tecnologías limpias y oportunidades económicas.
Los Residuos Sólidos Urbanos (RSU) constituyen el 10% del peso de todos los residuos generados, pero debido a su heterogeneidad su gestión resulta muy compleja. No incluyen residuos industriales ni residuos de construcción y demolición, que pesan el 90% restante y tienen un camino al reciclaje más directo. Es por esto que la reducción de los gases de efecto invernadero en materia de residuos podría ser mucho mayor si estas otras grandes fracciones efectivamente se reciclaran. De todos los residuos generados en Europa en 2013, el 31% fue depositado en vertederos, el 26% se incineró con recuperación de energía y la mayoría restante se recicló o compostó.
Sin embargo, la situación dentro de la Unión Europea difiere según los países. Así, mientras que en España más del 60% de los RSU generados acaban en vertederos, en Alemania el porcentaje de reciclaje alcanza el 64% y el resto es valorizado energéticamente consiguiendo, por tanto, el deseado vertido cero. La única tendencia posible es avanzar hacia una “sociedad del reciclado”, donde los residuos se consideren un recurso, transformando el modelo de economía lineal en uno de economía circular. En este sentido, la UE a través de la Directiva 2008/98/CE, establece una jerarquía en la gestión de los residuos cuyo objetivo es su tratamiento óptimo, dejando como última alternativa el depósito en vertedero, opción penalizada en países de nuestro entorno. Recientemente se aprobó un nuevo paquete de medidas que deberá guiar a Europa en la transición hacia una economía circular, donde se utilicen los recursos de modo más sostenible.